Plumas envenenadas

En el mundo de la literatura las envidias y rivalidades entre escritores ha sido siempre algo habitual, pero en algunos casos se convierten en un hecho histórico. Conocida fue la rivalidad entre Miguel de Cervantes y Lope de Vega, y famosa fue la batalla en verso protagonizada por Góngora y Quevedo.

Cervantes era un apasionado desde muy jovencito al teatro. Al principio de su carrera, su obra creativa se decantó por este género que adoraba, pero fracasó. En gran parte, por culpa del éxito y poder en la escena española que tenía Lope de Vega en ese momento. La actitud altiva de éste y las críticas que por parte de Lope recibió la obra de Cervantes ocasionaron que entre ellos se desencadenara un enfrentamiento personal que tiene su reflejo literario. Un ejemplo es el prólogo del Quijote, donde se aprecian diversas alusiones indirectas al carácter pretencioso de las obras de Lope, plagadas de citas literarias. Pero esto no quedó así ya que un año antes de la publicación de la segunda parte del Quijote, apareció en Tarragona una continuación apócrifa de la primera. Su autor decía ser el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de Tordesillas. Pero parece ser que quién se ocultaba bajo el pseudónimo de Avellaneda habría puesto su pluma al servicio de Lope de Vega para cortar el camino a Cervantes.

Luís de Góngora y Francisco de Quevedo, se insultaron en verso ferozmente. Dos escritores pertenecientes al Barroco español y de estilos muy diferentes; Góngora era el más eminente escritor culterano y Quevedo el maestro de los conceptistas. Pero esta enemistad se debía en gran parte al complejo carácter de estos dos titanes de la poesía.  Góngora era andaluz y de raíces judías (asunto que era bien explotado por su antagonista), sacerdote y varios años mayor que Quevedo. En contra de lo que comúnmente se piensa, era el más irascible de los dos, a causa sobretodo de sus constantes dificultades económicas debido al juego. No soportaba de ninguna forma que un hombre más joven como era Quevedo, caballero de Santiago, cojo y miope a la par que un esgrimidor temible y malhumorado por sus constantes destierros, se atreviese a subestimarle valiéndose de una poesía que consideraba pueril.

La enemistad de los dos poetas llevó a situaciones como la de un Quevedo que compra la casa, en el Madrid de la época, donde vivía un arruinado Góngora.

Los poetas tuvieron también aliados en su particular lucha. Quevedo era protegido por el Conde-Duque, valido de Felipe IV. El rival del Conde-Duque en los favores del rey, el también poeta y cortesano Juan de Tassis, Conde de Villamediana, mantuvo una relación hostil con Quevedo y guardó gran admiración por Góngora.

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